Los diarios normalmente son secretos, pero el mio no es un diario normal. Es todo vuestro.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Algo increible totalmente creible.

-¿Qué haces aquí?
-Estaba en casa de Chema, y he oído la guitarra... Chema me ha dicho que solo coges la guitarra cuando algo grave te pasa... ¿Qué te ocurre pelirroja?
-Pasa anda...

Tenía unas pintas horribles, mal día había escogido Sergio para pasar a verme. Un moño mal hecho, unas mayas y mi antigua camiseta de los ramones, que tenía un par de agujeritos y era menos negra de lo normal.
¿Cómo podría haber escuchado la guitarra desde casa de Chema? Bueno, en realidad me importaba poco, y no sé por qué, le daba gracias por haber llamado a mi puerta. Sé que quería estar sola, pero en el fondo, necesitaba a alguien, y si ese alguien era Sergio, mejor que mejor.

-Llevaba sin tocar mi guitarra cinco meses...
-Cinco, son los meses que llevo preguntándome ¿por qué Mario?
-Creo que yo ahora mismo me hago esa pregunta...
-Chema me lo ha contado, no sabe lo que se pierde Olivia, y no debes estar triste.
-Me ha cambiado por una ridícula barbie rubia, ¿cómo quieres que no esté triste? Le quería, Sergio... Le quería mucho.
-Venga, ¿unas cañas y lo hablamos?- me miró con sus ojitos verdes, y me recordó tantos momentos pasados que una lágrima se me escapó. - Y no se te ocurra llorar por Mario.
-Esa lágrima no era por Mario...-Sergio sacó la mejor de las sonrisas y me abrazó. - Tengo una idea mejor, ¿nos tomamos aquí las cañas?

Prefería mi idea, así no tendría que arreglarme para llorar desconsoladamente en una taberna oscura.
Después de haber tomado esas cañas y haber tenido una larga charla, me di cuenta de lo mucho que había echado de menos a Sergio.

-Perdóname - le dije al fin agachando la mirada. Nunca le había pedido disculpas por lo que hice con Mario, y sinceramente, creo que se las merecía.
-Te he echado de menos Olivia...
-Creo que yo también a ti.Entonces, se acercó a mí y me besó en los labios. Los labios de Sergio volvían a estar posados sobre los mios, y mi corazón latía acelerado, cerré los ojos y dejé que mi mente se fuera de vacaciones mientras mi cuerpo seguía a mi corazón.
Le quité la camisa, y las mallas, ya no estaban sobre mis piernas. Una vieja camiseta de los ramones andaba tirada por el suelo junto con sus vaqueros.
-Olvia, esto...esto no esta bien. ¿De verdad quieres...?- dijo mirándome muy serio antes de que quitarme el sujetador.
-Sergio...quítamelo todo, menos la sonrisa - susurré en su odio.

Me besó, nos besamos... Era un remolino de caricias, sonrisas y miradas de añoranza. Venían recuerdos a mi mente, de otros muchos momentos que había pasado con Sergio. Y mi corazón latía más fuerte que nunca, o quizás era el suyo, que se había juntado con el mio.



domingo, 13 de febrero de 2011

Te espero en el andén nueve y tres cuartos.




Quién me viese debía de pensar que estaba loca. Le buscaba frenéticamente con la mirada, observaba a cada pasajero de cada vagón, me fijaba en todas y cada una de las facciones de aquellos desconocidos. Y no le encontraba.
Me temblaban las manos y estaba apunto de darme un ataque... ¿Por qué no estaba?

-¿A quién buscas pelirroja? -dijo una voz masculina a mi espalda. Me giré con tanto énfasis que le pisé un pie, y luego me quedé embobada con su cara. Se había cortado el pelo, aún así, estaba tan guapo como siempre. Creo que sus ojos eran más azules que nunca y debía de haber crecido unos dos centímetros y medio. Me cogió por la cintura y se quedó mirándome. Estoy segura de que él estaba pensando lo mismo que yo en ese momento, me miraba de arriba abajo y sonreía. Esa sonrisa que era capaz de iluminar mis días mas grises, casi me olvido de ella...
-Bésame estúpido.
Y sus labios se juntaron con los mios, y al cerrar los ojos escuché el sonido de los trenes pasando a mi derecha, mezclado con el "bumbum" acelerado de mi corazón y su respiración entrecortada.
-¿Me has echado mucho de menos pelirroja?
-No tienes ni idea, he tenido miles de arranques de ira sin sentido en los que me faltabas diciéndome cualquier tontería mientras me haces cosquillas.

Todos los demás nos estaban esperando en casa de Ana, íbamos a pasar una tarde de pizza y peli todos juntos. Para mí, era un planazo. Al fin iba a poder volver a acurrucarme bajo el regazo de Mario, tenía demasiadas cosas que contarle, pero por una extraña razón no quería contárselas ahora. El fin de semana es largo, ya habrá tiempo para hablar. Tengo otras prioridades, perderme en sus ojos o embriagarme con su aroma...Arroparnos bajo la misma manta polar o volver a comer trufas juntos.
Le he echado demasiado de menos como para no aprovechar el poco tiempo que ibamos a estar juntos.

-Mario, se me había olvidado el sonido de tu corazón...
-Yo ya no recordaba tu perfume, pequeña.
-Tienes 36 horas para memorizarlo bien y que no se te olvide nunca.
-¿También tengo 36 horas para memorizar el tacto de tu piel?
-No, para eso tienes toda una vida.


-Muchas gracias por todos los comentarios dejados en la entrada anterior. He decidido seguir vuestro consejo y estar con Ana en todo momento, seguimos riéndonos con cualquier tontería y nada ha cambiado entre nosotras. Se ha cortado el pelo, aún así, está guapísima y Chema la da mas besitos que nunca. Al igual que yo, Ana os da las gracias.
-También gracias a esos 400 y pico seguidores! (:

jueves, 3 de febrero de 2011

Ana siempre será rubia.


Con lo fácil que parece, ¿por qué no puedo cerrar los ojos y desaparecer?




Siempre he oído el tópico de Martes y 13, día de mala suerte. Al parecer los tópicos no van conmigo, Miércoles 2 de Febrero, el peor día de tu vida. Esa frase si que se podría asociar más a mi persona.

Unas deportivas viejas, el jersey gris y el móvil. Lo que tenía a mano. Llegué allí con los mofletes rojos de tanto correr, no podía esperar a que mi madre saliera del trabajo, necesitaba verla cuanto antes.
El padre de Ana estaba en la puerta.
-No entres ahí con esa cara Olivia -le dio una calada a su cigarrillo- sabes que Ana quiere ver tu sonrisa.
-Entonces intentaré enseñársela...

Recorrí pasillos y pasillos, cruzándome con gente y buscando ese estúpido número con la mirada. Hasta que al fin encontré la habitación. La puerta estaba cerrada, y yo no estaba muy segura de si de verdad quería abrirla. Siempre he odiado los hospitales, no pasa nada bueno entre esas paredes... Bueno, quizás sí, seguramente sí pasen cosas buenas...pero también pasan cosas malas. Y creo que tengo fobia las cosas malas.
Finalmente, decidí abrir la puerta.
-Hola mi rubia -dije susurrando, mientras intentaba sacar la mejor de mis sonrisas.
-Pelirroja... ya era hora de que llegaras.
Esa no era Ana, las ojeras invadían su cara y la pena se colaba por su mirada. Su sonrisa era incluso más falsa que la mía y su pelo...su pelo estaba menos rubio que nunca. Su madre estaba sentada a su derecha, cogiéndola la mano. Y Chema estaba dormido en un sillón a su izquierda.
-Lleva aquí toda la noche, el muy imbécil no se ha querido ir - dijo Ana, al observar que yo miraba a Chema.
-¿Qué tal estás?
-Como una rosa, no entiendo por qué no quieren que me vaya a mi casa...- su madre se levantó, y salió por la puerta de la habitación diciendo que en 10 minutos volvería.
Yo no sabía que decir, no sabía que preguntarla, ni que contarla, ni si quiera sabía si mirarla a los ojos...
-Olivia...
-¿Si?
-Ya no seré por más tiempo tu rubia ¿sabes? -Ana se cogió el pelo entre sus manos- En dos días comenzaré con la quimioterapia y estos estúpidos mechones se caerán a cachos, así que he tomado una decisión, me voy a cortar el pelo. Prefiero quitármelo todo de un tirón que ver como día a día me dejo 50 pelos en el cepillo.
-Tu siempre vas a ser mi rubia, Ana. - en ese momento me sonó el móvil y vi que era Sara. - Voy a salir fuera, Sara debe de estar de camino.

Salí tan rápido como pude de aquel lugar. Intentaba tragarme mis lágrimas, pero la jodida tristeza me iba invadiendo poco a poco. Me temblaban las piernas, y buscaba con demasiada rapidez un cigarrillo en mi bolsillo. ¡Cómo puede haber un bolsillo tan profundo maldita sea!
Una vez en la puerta del hospital hice todo lo posible por encender el mechero, pero los dedos se resbalaban, tenía el cigarro entre mis labios y se empezaba a humedecer con mis lágrimas. Ya no podía retenerlas más, querían salir de mis ojos y yo no podía hacer nada para evitarlo. Me estaba poniendo nerviosa al no ser capaz de encender el cigarro, y de un momento a otro, las fuerzas se irían de vacaciones y mis piernas cederían contra el suelo.
-Nunca me ha gustado que fumes -dijo una voz masculina a mi espalda
-Me importa una mierda lo que te guste o no -contesté sin siquiera saber quién era esa voz.
-Venga Oli, déjalo -me cogió por la cintura y entonces le reconocí.
-Sergio...-al girarme topé con sus ojos, esos en los que tantas veces me había perdido tiempo atrás.
-No llores, seguro que no es nada.

Pero yo no podía más, las lágrimas afloraron con fuerza desde mis párpados, comencé a hacer pucheros como una niña pequeña y a titubear, quería decirle gracias por aparecer en ese momento, que por qué había tardado tanto tiempo en volver a abrazarme, que Ana estaba mal, que Mario se había ido, que toda mi vida iba a contracorriente y que yo tenía miedo. Pero no me salía nada, tartamudeaba mientras me ahogaba con mis propias lágrimas. Y él me hundió en su pecho.
-Tranquila pelirroja. Yo también tengo miedo, y te he echado de menos.
-Gracias. -repetí mientras me abrazaba a él e intentaba sorberme las lágrimas.