Los diarios normalmente son secretos, pero el mio no es un diario normal. Es todo vuestro.

martes, 30 de marzo de 2010

Pete


Me tiré en la cama, como hago siempre y cogí a Pete para hablarle a él sobre Sergio.
Pete es mi gato, me lo regalaron cuando llegué a España y desde entonces siempre ha estado conmigo, le cuento todo, porque yo se que me escucha. En ocasiones me responde con un maullido o una caricia, otras veces simplemente me ronronea al oído para que le pase la mano por el lomo.
Me gustaría describiros como es, pero no puedo hacerlo a la perfección porque aún no le conozco lo suficiente. El color de su pelaje cambia con el sol, y sus ojos son enormes y de diferentes colores que también cambian, pero con la lluvia.
Le encanta sacar la lengua, comer chokosnack's, que le acaricien tras la oreja, escuchar cuentos y ver la película 1O1 dálmatas.
Odia cuándo le cogen en brazos, que le tapen la cabeza y las tardes de verano.
¡Ah! y siempre siempre, quiere estar presente cuando Sergio y yo estamos a solas en mi habitación. Creo que es porque Pete a mi me quiere mucho, y siente celos de Sergio, pero nunca se lo he dicho por si le sentara mal.
Pete está soltero, una vez pensé que jugueteaba con una gatita del barrio, porque salía mucho por mi ventana y siempre intentaba escaparse, pero me equivocaba en realidad no era una gatita, era un perro. Si, Pete es un gato pero siempre quiso ser amigo de los perros, la excepción.


Ya empieza a entrelazar su cola por mis piernas, eso es que quiere comer. Y como no le gusta esperar, voy corriendo a por sus chokosnack's.

domingo, 21 de marzo de 2010

Made in París


París, ¡oh París!. Allí nací yo. Allí nacieron mis padres. Y los padres de mis padres también. Allí pasé mi infancia y la verdad, tengo muy buenos recuerdos de aquel lugar.
Nunca, jamás podría olvidar su nombre, París, es que atrae, es un nombre que atrae, como un imán. Oyes esa palabra y quieres ir, conocerlo, quedarte allí. Yo no pude quedarme, pero volveré.
Adoro sus monumentos, pero no sólo eso, también adoro sus calles, sus gentes, sus tiendas...TODO.

Cuándo era muy pequeña e iba al colegio tenía un escondite con unos amigos. Era un lugar alejado de todo, alejado de la gente y de los turistas, era mi pequeño París. Me encantaba porque desde allí lo podía ver todo, pero nadie me podía ver a mí. Presenciaba besos de película y discusiones que terminaban en lágrimas. A veces reía, otras me sonrojaba y otras muchas lloraba, pero no de tristeza, porque en París no se puede llorar de tristeza, lloraba de alegría.
Seguramente que penséis que se puede llorar de tristeza, como en todos los lugares, pero no es así. Es un lugar mágico y está prohibido llorar de tristeza, está prohibido no reír a carcajadas y está prohibido no sonreír cuando vas por la calle. Totalmente prohibido.

El día que me fui lloré...de alegría. Por un lado me daba un poco de pena dejar todo aquello, era mi sitio, allí había nacido y había hecho mis primeras amistades. Pero por otro estaba feliz, porque iba a conocer un lugar nuevo, porque sabía que volvería a París, porque iba a subir en avión por primera vez, porque había patatas para cenar, porque mi casa iba a estar junto a la playa y yo nunca había visto el mar, y por mil cosas mas.

Así que si yo no lloré al irme, nadie puede llorar de tristeza en París.

lunes, 15 de marzo de 2010

María


Cogí el teléfono enseguida. Descolgaron.
-¿María?- pregunté.
-Sí
-Una palabra: él.
-¿Otra vez?
Sííí!- dije eufórica.
-Voy a tu casa.
-Vale.
-Hasta ahora- colgó.

María es una chica alta y delgada rubia con unos ojos azules que encandilan a cualquiera y con una sonrisa que te deja K.O. Ella es mi mejor amiga, desde que vine de París, oh, París, es oír esa palabra...Continúo, desde que vine de París siempre ha estado a mi lado. Es una de las chicas más populares del instituto, lo que por reglas, me hace a mi popular, aunque creo que en realidad yo soy popular por eso de París. En fin, me desvio del tema, ella es mi mejor amiga, fue la primera chica que me saludó nada más entrar por la puerta de la clase y desde entonces somos inseparables. Ella es la única persona de este mundo que sabe toda mi historia con Sergio de principio a fin. Cada detalle, cada gesto con la cara, cada frase, cada movimiento...TODO, lo sabe ella.
Cuándo Sergio se fue de mi casa lo primero que hice fue coger el teléfono y a los 20 minutos ella estaba aquí.
Después de contarla toda la historia, lo primero que hizo fue regañarme, como siempre.
-Es que no se por qué le abriste la puerta.
-Quizás...¿¡porque le quiero!?
-Ya ya, pero es Sergio. Vamos a ver, Sergio es un capullo integral, no se cuando vas a querer darte cuenta.
-¿Es que no ves de que me gusta de verdad? Me da igual que sea un capullo integral, me gustan los capullos.
-Y más si tienen esos ojazos ¿verdad? A ti lo único que te gustan son sus ojos, y hay muchos otros con esos ojos, ¡y son mejores que él!.
-No son sólo sus ojos, es todo María, TODO. Me quedé prendida de él nada mas conocerle.
-Te equivocas, nada mas conocerle le odiaste, te quedaste hipnotizada cuando se quitó las gafas de sol.
-Bueno da igual, yo le quiero, ¡y punto!
-Tu le querrás, pero él sólo quiere abrirte las piernas y bajarte las bragas...
-Que burra eres.
-Es la verdad.
-¿Quieres un pomelo?- dije levantandome
-Vale.

domingo, 14 de marzo de 2010

Fresas & Chocolate


Abrí la puerta y allí estaba él. Con esa cesta en la mano. Tenía curiosidad por saber que llevaba dentro, quizás flores o una simple pizza de pepperoni, quizás llevaba dos ratoncillos o libros de poesía. No se, quería saber que había en la cesta.
-¿Y esa cestita de Caperucita?- dije riéndome.
-¿Me vas a dejar entrar?- la verdad, pasó un poco de mi pregunta.
-Pasa
-¿Tú habitación?- dijo señalando la escalera- ¿Era el balcón por donde has salido?
-Si, sube.
Cuando llegamos a mi habitación, se volvió a quitar las gafas de sol, creo que para cotillear un poco. Mi habitación era de color lavanda, no era ni muy grande ni muy pequeña, sólo algo normal. Tenía la cama blanca en el centro, una cama grande, siempre quise una cama grande. Dos cuadros colgados de la pared, uno a cada lado de la cama, eran flores que mi abu había pintado. El escritorio estaba enfrente de la cama y había un libro encima, "La huésped", es el libro que me estoy leyendo ahora, bastante bueno, os lo recomiendo. Junto al escritorio una estantería con una televisión rodeada de peluches, siempre me gustaron los peluches. Y al lado de la cama un armario que tenía espejos en todas las puertas.
Me senté en la cama con las piernas cruzadas y el puso la cesta encima.
-Bueno, ¿a qué has venido?
-Ya verás, ya verás- dijo mientras sacaba un mantel de la cesta. Le colocó entre la ventana y la cama, había mucho espacio en esa zona.
-¿Y eso?- dije sonriendo.
-Espera, espera- se sentó en el mantel y colocó la cesta a su lado -ven- dijo mientras me miraba y señalaba el suelo.
-¿Sabes que me das miedo?- me senté enfrente de él.
-Sí, y también sé que me quieres- abrió la cesta y sacó un cuenco de fresas y foundi de chocolate.
-No deberías saber tantas cosas- me reí.
Cogí una fresa con chocolate y la mordí, era la fresa mas rica que había probado en toda mi vida. Quizás no era la fresa, quizás era yo, que estaba terriblemente enamorada y por eso todo me sabía más dulce. Le miraba a sus ojitos verdes con esa sonrisa de tonta que se me queda, podía estar horas y horas así, mirándole.
-¿Están ricas?- me preguntó mientras le daba un mordisco a una.
-Riquísimas.
-Me alegro de que te gusten.
-¿Por qué has hecho todo esto?
-Porque una vez me dijiste que nunca habías comido fresas con chocolate sacadas de una cesta.
Comencé a reír y le señalé la nariz.
-¿Y ahora de que ríes?
-Te has manchado la nariz con el chocolate.

sábado, 13 de marzo de 2010

Él


Él era el chico de la sonrisa bonita, el chico de los ojos verdes, ¡uff! la de veces que me había perdido yo en esos ojitos verdes. Era el chico que estaba en mis sueños y en mis pesadillas, siempre se encontraba perdido en mi cabeza.
Se llama Sergio y es el mejor amigo de mi vecino Chema. Le conocí cuándo me mudé, sí, yo me mudé desde París hasta un pueblecito de Asturias, pero esa es otra historia...
Al principio me caía fatal, mi amiga María siempre decía que era un creído, que nunca se quitaba las gafas de sol y que tenía a toda chica que quería. Pero mi amiga María se equivocaba, porque un día, se quitó las gafas de sol, y ese día me enamoré de él.
Ese día fue el 22 de Junio de 2009.
Nos dieron las vacaciones del instituto y Chema nos invitó a su casa, porque él pertenece a una familia adinerada y su casa tenía una piscina gigante, pista de tenis y de baloncesto, sala de juegos, bolera, en fin, todo con lo que puede soñar un chico de su edad.
Estaba junto a la piscina hablando con unas amigas de cómo había ido el curso cuándo Chema y unos amigos suyos, incluido Sergio, se nos acercaron y nos empujaron a la piscina, aún no se porqué, supongo que para hacer la gracia. Mis amigas se empezaron a reír junto con los chicos, pero a mi me sentó fatal, me salí de la piscina sin decir ni una palabra y mirando mal a todo el mundo, cogí mis cosas y me largué de la fiesta.
No tardaron ni 3 segundos en llamar al timbre de mi casa, abrí la puerta con la intención de mandarlos a todos a la mierda de un grito pero vi que sólo estaba Sergio, me dijo que si podía pasar y mi ¡NO! se escuchó por toda la casa, entonces se quitó las gafas de sol, y me enamoré de él.


Así fue como conocí a Sergio, le odié, me calló fatal y me enamoré de él en tan sólo 2O minutos. Y ahora estaba en la puerta de mi casa con una cesta en la mano.
-¿Qué haces aquí Sergio?- dije extrañada.
Comenzó a reír.
-¿De que te ríes ahora?- ahora puse esa cara de enfado que sólo yo se poner.
-No no, no te enfades, es que nunca te había visto con el pelo recogido
-Pues para reírte, te vas.
-No pienso irme-se quitó las gafas de sol-¿me abres?
-¿Para qué? Chema vive en la casa de al lado, no se si lo recordarás- respondí con tono de burla.
Se puso las gafas de sol, se dio la vuelta y comenzó a andar hacía la casa de Chema.
-Espera, ya bajo.


viernes, 12 de marzo de 2010

Pomelos con azúcar.




Eran las 17:30 de una tarde de domingo, y me apetecía un pomelo. Pero no un pomelo cualquiera, no no, yo quería mi pomelo con azúcar de siempre.
Ya se que eran las 17:30 y que hasta las 18:00 no toca la merienda, pero me apetecía e iba a comérmelo.
Nunca meriendo antes de las 6 pero aquel día tenía ganas y por media hora antes no pasaría nada, ¿o si?.
Cogí mi pomelo, espolvoreé dulcemente el azúcar por encima y volví a mi habitación. ¡Plof! Caí en la cama con la cabeza colgando por un lado y los pies por otro, y así me quedé. Llevaba esas mayas de leopardo que tanto me gustan y un jersey enorme color gris que me hizo mi abu, estaba cómoda y sólo tenía que preocuparme de que el azúcar del pomelo no cayese al suelo.
¡Ñam! El primer mordisco es el mejor...ese sabor dulce y amargo al mismo tiempo que recorre toda tu boca y luego llega hasta el estómago. ¡Era genial!.

Y cuándo ya creía que esa, iba a ser mi tarde perfecta...¡Ding dong! Me asomé al balcón haber quien había interrumpido mi maravillosa tardé y me quedé con la boca de par en par: ¿qué narices hacía él ahí?