¿Sabéis que es lo que se siente al ver a vuestra mejor amiga enrollándose con el tío de vuestros sueños? Yo sí.
Probablemente el primer pensamiento que se os venga a la cabeza sea el odio. A mi me ocurrió eso, odio en todo su esplendor, durante 9 segundos y medio la odié con toda mi alma. Luego me di cuenta de algo. Sergio no me pertenecía. Podía hacer lo qué quisiera, con quién quisiera, cuándo quisiera.
En realidad la frase "con quién quisiera" excluía a mis amigas. O eso pensaba yo. Después de ver a María con Sergio, el mundo se vino abajo.
Como os decía, el odio sólo lo sentí durante 9 segundos y medio. Luego me sentí estúpida, ridícula, engañada, idiota, se podría decir de muchas formas diferentes, me sentí enamorada. Realmente enamorada.
Justo en ese momento Max vino a mi cabeza. "¿Por qué no lo había hecho?" Esa pregunta volvió junto con el recuerdo de Max y entonces, una milésima de segundo después, llegó la respuesta.
¿Por qué no me había enrollado yo con Max? Le tenía a 3 centímetros de mí, y no hicimos nada.
No fue por Sergio, ¡maldita sea!, ¿cómo iba a ser por Sergio? que idiota era. Fue por Sara, mil veces Sara. Sara, Sara, Sara. Su nombre una y otra vez.
¿Por qué no me había enrollado con Max? Por Sara.
Sara era mi amiga, mi mejor amiga. Nunca la haría lo que ahora María me estaba haciendo a mi. Yo lo estaba pasando fatal, realmente mal. Y nunca haría pasar por lo mismo a Sara.
Me había ayudado. Apoyado. Hecho reír. ¡Dios mio! Sara era la chica que había transformado uno de los peores lunes de mi vida en un alocado Sábado.
Gracias a Sara, "me había soltado el pelo".
-Esta entrada no la he hecho para contaros la historia de Sergio y María, sinceramente, creo que no merece la pena. Se enrollaron. Punto y final.
-Esta entrada va dedicada a Sara. Quiero darla las gracias por todo lo que ha hecho por mi. Ella, es mi sonrisa.